¡Madurez Musical!

Tengo una teoría de que deberíamos pasar al menos un cuarto de siglo viviendo con nuestra música, estudiándola, absorbiéndola, y entonces ejecutarla cuando estemos en nuestros 40 o 50 años. Desafortunadamente, este no es un escenario ideal en el cual forjarse una carrera como solista o ejecutante, y sólo unos pocos músicos profesionales tienen el lujo de poder trabajar de esta forma, pero sigue siendo un pensamiento interesante. 


La música, como el vino, necesita madurar. Necesitamos pasar tiempo con ella, entenderla, permitirnos su sabor, profundidad y desarrollo narrativo. Necesitamos vivir con la música para descubrir qué la hace especial, estudiar sus estilos y contextos de fondo que proporcionan información muy valiosa para encontrar el camino en el que debe ser interpretada y ejecutada, escucharla en el trabajo, esforzarse sin cesar para descubrir el significado emocional o espiritual del trabajo, sus sutilezas y equilibrio estructural, y cómo comunicarle a la audiencia todo esto como si estuvieses contando la historia por primera vez. 


Para lograr esto, no debemos jamás estudiar y aprender música únicamente en el aislamiento de nuestra sala de ensayo. El régimen de 8 horas diarias de práctica que sé que muchos músicos persiguen es dañino de muchas maneras, más allá de sólo lo psicológico. El "nota por nota" (que es donde la práctica se extiende más de cierto período de tiempo), no es un sustituto de la experiencia real: enamorarse, desamores, abrace al arte, literatura, poesía, teatro, películas, ir a conciertos, hacer amigos, comer, beber. Todas estas cosas alimentan la imaginación artística y ayudan a la forma en la que respondemos ante la música. Debido a que, fundamentalmente, los compositores son como nosotros, sensibles, pensadores, seres humanos emocionales quienes dibujaron en sus propias experiencias de vida para crear su música.


Yo conozco que mi propia madurez musical viene de ambas partes, madurez psicológica y mis experiencias de vida, y pasando mucho tiempo "en la música", donde he asistido a conciertos, en mi capacidad como músico de no sólo ejecutar sino también de disfrutar de la música, he interactuado con muchos músicos, principalmente por ser parte de varias orquestas, y también con mis estudiantes y otros profesores; leyendo y escuchando. Además, continúo mis estudios con diferentes maestros, los cuales tienen una gran madurez musical y que me ofrecen una perspectiva única y actúan como conector entre otros profesores y yo, mentores y más importante aún, con la música.


En términos más prácticos, creo que nuestra música madura conforme al aprendizaje cuidadoso y detallado, la profunda comprensión de una pieza y una base sólida en aspectos técnicos y de estilo en la ejecución del instrumento, juntos con el conocimiento cultural y contextos históricos. Aprender una obra y luego dejarla de lado por unos meses también puede ser beneficioso, porque cuando uno regresa a esa obra, a menudo descubre cosas nuevas acerca de ella, mientras también vas profundizando en el entendimiento y reacción a la música. Después de un tiempo, he vuelto a revisar algunas piezas que aprendí hace unos 5 o 6 años: mayor experiencia, percepción y conocimiento además de una seguridad técnica superior y coordinación psicológica mejoraron indudablemente estas piezas. Tocar regularmente ayuda a formar la respuesta a nuestra música y permite desarrollar nuevas ideas que pueden ser revisadas y perseguidas después de una actuación. El trabajo jamás es estático: siempre está evolucionando, desarrollándose, y basado en esto uno nunca podrá decir realmente que el trabajo está "terminado".

Observando a jóvenes artistas profesionales en concierto, me parece que muchos jóvenes e incluso algunos artistas establecidos y más experimentados, sienten que deben aprender un motón de repertorio muy rápido. Están bajo la presión de tener los más grandes y virtuosos conciertos (como Rach, un Tchaik, un Beethoven) en los dedos, junto con otros "santos griales" de la corriente principal de repertorios de conciertos, como estudios de Chopin, Ballades, Sonatas y Scherzi, los estudios Transcendental de Liszt, las sonatas para piano más conocidas y amadas de Beethoven. Los artistas jóvenes están bajo una presión tremenda en este competitivo mundo de la música clásica para demostrar que ellos pueden manejar esas grandes obras, pero a veces sus actuaciones parecen carentes de profundidad: Técnicamente seguro pero no siempre tan perspicaz o pensativo como uno podría querer, su sonido se vuelve estéticamente agradable y superficial, así como ellos se esfuerzan tanto por ese sonido perfecto de alta calidad para grabaciones, en lugar de permitir a las emociones y las experiencias de vida y la excitación del riesgo de una actuación única en la vida para entrar en la música. Una espera que tales artistas le darían a su música tiempo para desarrollarse y madurar.


En conclusión, si nos damos el tiempo de estudiar la música a profundidad, sin apuro y con un gran cuidado a los detalles, no solo estéticos, sino también interpretativos, podremos conseguir una interpretación mucho más emotiva alimentada por nuestras propias experiencias. Los invito a ver la ejecución de diferentes músicos famosos a través de los años y notaran su diferencia en la madurez musical. 




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