Cómo músicos de actuación debemos desarrollar una doble personalidad. Este estado de alguna manera esquizofrénico (o estados) de ser tiene que ver con nuestra necesidad de entender y apreciar la diferencia entre estar practicando y actuando.
La forma más visible de percibir esta diferencia entre practicar y actuar es en el cómo nos vestimos. Vestimos ropas especiales para los conciertos, a menudo muy clamorosas que nunca usaríamos en el día a día. Cuando me pongo uno de mis trajes de concierto, sé que me estoy metiendo en un rol especial y con esto viene una mentalidad especial y única de ejecutante.
Estas ropas hacen varias cosas: nos identifican y nos separan de la audiencia; y también nos sirven para recordarnos que estamos en un rol especial que debemos cumplir, en efecto, nuestras ropas de concierto se convierten en nuestros "uniformes". En conciertos de épocas anteriores, era muy sencillo identificar al músico: los hombres vestían el uniforme de concierto tradicional de corbata blanca y colas, y las mujeres utilizaban vestidos de noche, pero hoy en día los vestidos de concierto se han vuelto mucho más relajados, tanto, que algunos músicos prefieren vestir pantalones jeans y zapatillas, borrando las líneas entre la audiencia y el ejecutante y tal vez piensan que los hace más accesibles a su audiencia al vestirse con ropas similares. (De hecho, no estoy muy seguro de que las audiencias quieran ejecutantes que luzcan como ellos: las audiencias quieren ejecutantes que se vean como ejecutantes ya que esto mejora el sentido de la maravilla y singularidad de una actuación en vivo).
El pianista Británico Stephen Hough en un programa de radio acerca de la práctica de la práctica (no es un error de escritura, es así) señaló que "no podemos vestir ambos disfraces a la vez" y enfatizó la necesidad de diferenciar claramente entre el trabajo que debemos hacer en la sala de ensayo y el que debemos de hacer en el escenario. En la práctica, debemos perfeccionar, precisar, enfocarnos, pensar; mientras que en el escenario debemos convertirnos en "el artista bohemio" (Houg), viviendo en el momento y creando música con espontaneidad e imaginación. Para llegar a ese punto tenemos que invertir muchas horas, días y meses de meticulosa labor: es el detallado perfeccionamiento del trabajo el que nos permite actuar con libertad, y saber que estamos bien preparados puede dar como resultado una actuación más expresiva, imaginativa, emocional y apasionada. Pero si agregamos mucho de todo lo que hacemos en la sala de ensayo a nuestra actuación, podríamos terminar por dar una actuación que se siente atrapada, controlada y carente de libertad artística, incluso si tenemos la técnica afianzada.
Por supuesto, también es importante practicar estar en un escenario. Para aquellos músicos que actúan con regularidad, ya sea solos o en un ensamble, el proceso de preparación y el actuar se convierte en casi su segunda naturaleza, y un día a día ocupado asegura que los músicos tengan bajo prueba su estrés en una variedad de lugares antes del concierto más importante (como podría ser uno en en London's Wigmore Hall, o el Carnegie Hall).
Para los estudiantes y aquellos que actúan con menos frecuencia, podemos practicar la participación y la utilización de la mentalidad de un intérprete desde la comodidad de nuestro estudio de música o sala de práctica, o dando "conciertos en casa", o recitales en lugares en donde nos sintamos "seguros" o no estemos "amenazados" (una iglesia local o una amigable sociedad de música, por ejemplo). A través de estas "actuaciones de práctica", podemos aprender a tocar "en el momento" y para descifrar errores o resbalones (mientras, tomamos notas mentales para arreglar estas cosillas en la siguiente sesión de práctica). Aprender a dejar ir también es un aspecto importante del arte y oficio de practicar y un hábito que, al final, nos hará ejecutante más creativos y seguros.
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